Ceuta, 11 de enero de 2016.
Escribo apoyando mi libreta sobre uno de los libros mejores y más impactantes que he leído en mi vida: “Musketaquid” de Henry David Thoreau. Durante las dos últimas semanas he releído buena parte de la obra de Thoreau y algunas que me quedaban por leer, como la mencionada “Musketaquid” o “Cartas a buscador de sí mismo”. Después de estas lecturas me encuentro realmente conmocionado. Estos libros han impactado con fuerza contra mi alma y la han hecho resonar como si de un gong se tratara. Las ondas sonoras suenan en mi interior y mi alma aún vibra como una gelatina.
Ayer mismo, sentado antes del amanecer frente a mi escritorio, leí las últimas páginas de “Musketaquid”. Al llegar a las páginas que Thoreau dedica al oficio del poeta me embargo una emoción incontenible que hizo llorar como hacía mucho tiempo que no me ocurría. Ojalá, pensé, hubiera tenido la oportunidad de compartir con Henry y su hermano John su recorrido por el río Concord. La humanidad debería estar eternamente agradecida a la divinidad por habernos ofrecido a un ser tan excepcional como Thoreau. Henry tenía, como dijo su buen amigo Ralph Waldo Emerson ante su tumba, “una alma extraordinaria”.
Las lágrimas que brotaron de mis ojos limpiaron mi mirada exterior e interior, que siempre van juntas. Sigo padeciendo una elevada miopía y la vista cansada, pero los ojos de mi alma ven mejor que nunca. Ahora veo el mundo mejor gracias a la corrección de mi visión interior que me ha hecho Thoreau.
Tras una emoción tan profunda como la que he sentido estos días de lectura de “Mustekaquid” y “Cartas a un buscador de sí mismo” estoy realmente abatido. Necesito tiempo para asimilar todo lo aprendido y para recomponer mi mundo de adentro. Las aguas de mi alma están agitadas y debo esperar a que amaine el temporal.
Me enfrento a un gran dilema personal. Por un lado, pienso en la necesidad de encontrar algún trabajo que me permita desahogar la ajustada economía familiar. Pero, por otro lado, creo que si me dedico a un trabajo poco satisfactorio estaré traicionando mi destino e incumpliendo la misión que tengo encomendada. Tal y como comentaba Joseph Campbell en su libro “Diosas”, un problema acuciante del ser humano consiste en “cómo integrar el Amor (aquello que realmente nos motiva) con nuestras responsabilidades”. El mismo Campbell, en otro de sus libros, “El Héroe de las mil caras”, dijo “que para el hombre que no se deja llevar por los sentimientos que emanan de la superficie de lo que ve, sino que responde valerosamente a la dinámica de su propia naturaleza, para el hombre que es, como dice Nietzsche: “una rueda que gira por sí misma”, las dificultades se disuelven y caminos imprevisibles se abren ante él”.
Debo seguir el camino del héroe. Tengo que liberarme de la nostalgia y del egoísmo. Estoy dispuesto a luchar sin dejarme perturbar por la congoja. Me enfrento a una de las pruebas cruciales del héroe y pienso superarla sin miedo.
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