Ceuta, 20 de noviembre de 2015.
Debe ser por la ausencia de viento que hoy, en Ceuta, podamos disfrutar de una agradable sinfonía de fragancias. Saliendo de la casa me ha llegado un interior olor a incienso. Al pasar por el Sarchal olía a hierba fresca y a flores. Ahora, sentado aquí, en la Cala del Amor, huelo el intenso a mar.
El mar está en perfecta calma, sólo alterada por pequeños insectos que se deslizan por la superficie marina.
La lenta navegación de un kayak asusta a un cormorán que inicia la maniobra de despegue.
Hasta la gaviota que suelen estar graznando permanecen silenciosas y calmadas. Se escucha el leve murmullo de la marea para recordarnos que la vida continúa con su ritmo armonioso.
La naturaleza, en este estado de reposo, invita a la reflexión y la meditación. Durante unos minutos cierro los ojos y comienzo a tomar conciencia de mi respiración, que la sincronizo con el batir del mar. Aprovecho este momento para limpiar mi mente y situarme en el aquí y en el ahora. Al abrir de nuevo los ojos me inunda una agradable sensación de bienestar y paz. Me fijo en la ondulante superficie del mar y dejo abierta mi mente. Cuando lo hago comienzo a reflexionar sobre mis sentimientos. Lo que siento cada vez con más fuerza es la intensa comunión con la naturaleza. Me cuesta pensar si no estoy en ella. Sé que la verdadera bondad, la verdadera verdad y la verdadera belleza residen en la naturaleza. En su compañía descubro quién soy y cuál es el sentido y significado de la vida. Estamos aquí para percibir y sentir la vida. Estas experiencias vitales nos hacen ser felices y estar alegres. Es la justa recompensa que nos otorga la vida por estar abierto a ella. Somos el medio de expresión de la naturaleza. Se sirve de nosotros para comunicarnos la Verdad.
Los seres humanos podemos hacer mucho más que vivir experiencias sensitivas y sentimentales. Podemos transmutarlas en el crisol de nuestra alma para convertirlas en ideales, ideas y sueños. Guiados por la bondad, la verdad y la belleza estamos en condiciones de modificar la realidad con el fin de conformar un entorno ambiental y urbano donde podamos tener la oportunidad de lograr una vida digna, rica y plena. Hemos venido a este mundo para “cultivar nuestro jardín” y hacerlo lo más parecido al Edén del que fuimos expulsados por nuestra vanidad y arrogancia.
En esta Cala del Amor, tomando como testigo a este mar y a este cielo, renuevo mi compromiso con la defensa, estudio, difusión y restauración de la naturaleza. Ceuta es la ciudad en la que nací y vivo. El compromiso que acabo de renovar es con este lugar y con las personas con las que comparto este mismo espacio.
La naturaleza de Ceuta, como la del resto del planeta tierra, precisa de personas que la aprecien, escuchen y sientan. De personas que la amen, la estudien, le escriban poesía, la pinten, la esculpan y el compongan canciones y melodías. De personas que alcen su voz por ella y sean capaces de cooperar con otros ciudadanos para conseguir sus objetivos individuales y colectivos. De personas dispuestas a dedicar su vida a ella y a contribuir a su reconstrucción. De personas de mirada limpia que observen el firmamento y tomen conciencia de que somos un diminuto punto en el planeta y en el cosmos, pero igualmente conocedores de que todo está relacionado, por lo que todo lo que decimos y hacemos tiene una repercusión planetaria y cósmica.
Ceuta tiene muchas posibilidades latentes para contribuir a la empresa colectiva de despertar a una nueva conciencia y a la permanente renovación de la vida.
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