Ceuta, 2 de octubre de 2015.
Hoy he cambiado de dirección. En vez de dirigirme hacia oriente, he tomado el camino que lleva al lugar donde cada día se oculta el sol. Hoy la luna no ha tenido muchas ganas de acostarse. A buen seguro deseaba disfrutar del bello día que nos ha regalado su compañero el sol. Aún a esta hora, cercana al mediodía, permanecía presente la luna en el cielo celeste y luminoso.
Desde aquí, desde este promontorio, contemplo un mar en calma, de un intenso azul que se une al cielo por una estrecha franja blanquecina de nubes. Las aguas están limpias y cristalinas. Escucho el sonido del mar como el de una armoniosa sinfonía. La música marina me llega por tres lados, cada uno a distinto ritmo e intensidad.
El sol caliente mi cuerpo y apenas corre aire que me alivie. No me extraña que las plantas que encuentro cerca de mí estén tan secas.
Observo al fondo una de las almadrabetas caladas en esta bahía mediterránea. Parece tan abandonada como el propio sector pesquero. Hace más de dos mil años los primeros pobladores de Ceuta llegaron a estas costas atraídos por la riqueza de nuestro mar. Durante muchos siglos el equilibrio entre el hombre y el medio se mantuvo, pero con la llegada de los grandes avances tecnológicos vino también la esquilmación de los bancos pesqueros. Nuestra incapacidad de establecer límites a la insaciable codicia del ser humano ha llevado a la extinción de muchas especies piscícolas. Hemos empobrecido al mar y con él nuestro espíritu. De ser una ciudad de pescadores hemos pasado a convertirnos en un enjambre de burócratas y comerciantes.
Desciendo del promontorio y deshago el camino. Me arde la cabeza. Paro en una pequeña charca marina a la sombra de una enorme y elegante piedra. Allí refresco mi rostro y mi pelo. Mi curiosa mirada se detiene en un grupo de pequeños moluscos.
Todo parece inmóvil, pero no lo está. Los moluscos buscan refugio en la charca confiados en la pronta subida de la marea.
Mientras sigo atento el movimiento de estas interesantes especies marinas escucho la llegada de un barco. Es el barco turístico “El Desnarigado”. En la borda van un nutrido grupo de los participantes del Congreso Internacional “Los orígenes de la expansión portuguesa. Ceuta 1415”. Pienso entonces en el complejo concepto de la realidad cuántica y los multiversos. Ahora estoy aquí, pero perfectamente podría haber estado sentada en la proa del mismo barco que ahora veo desde estas rocas. Ambas realidades existen a la vez. Los seres humanos contamos con una capacidad extraordinaria: la imaginación. Podemos imaginar distintos escenarios y acontecimientos haciendo uso de nuestra memoria consciente e inconsciente. Pero es que también tenemos la posibilidad de combinar nuestras ideas y sueños para diseñar planes y proyectos de toda índole. Y además, si contamos con la suficiente voluntad y determinación, estamos en disposición de ponerlos en práctica contribuyendo de esto modo a la renovación y reconstrucción del propio escenario vital y la reescritura del propio drama del cosmos.
Con esta idea de los multiversos rodando por mi mente emprendo el camino de regreso a casa. A mi paso altero la tranquilidad del grupo de gaviotas que reposan en la playa del Sarchal. Siento una paz extraordinaria en este bello rincón de la costa ceutí. Subo por las escaleras de un antiguo edificio abandonado.
Cuando alcanzo cierta altura me detengo y pierdo mi mirada en el horizonte. Me inunda una agradable sensación de paz y sosiego. Limpio mi mente y la dejo en blanco. No pienso en nada. Experimento un momento de amplia apertura de mis sentidos. Los sonidos de las aves llegan hasta lo más profundo de mi alma, como también lo hace el aire fresco y cargado de olor a mar. Siento mi piel transparente, casi inexistente. El sentimiento de unidad con la naturaleza es tan profundo que lograr emocionarme y extasiarme. Participo, aunque sea por un instante, de un universo de amor, verdad y belleza que me hace sentir vivo y agradecido por la posibilidad de vivir una vida plena y rica. De todos los universos posibles, éste es en el que me gusta vivir.
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