No es fácil contestar a esta pregunta de una forma sintética. Muchos filósofos han dedicado toda su vida y una extensa obra a intentar dar una respuesta coherente a esta cuestión. No obstante, algunas cosas sí que podemos apuntar. La primera de ella es que necesitamos un propósito para nuestra existencia. Una vida sin intención y sin fines pertenece a lo infrahumano. Estos fines del ser humano no son impuestos por la naturaleza, sino superpuestos por la herencia social. Precisamente, como decía Mumford, en la sociedad el ser humano se enfrenta y se hace. Este proceso de autoconstrucción sólo es posible en una sociedad libre, dinámica y democrática, en cuyo seno todos los ciudadanos tienen la oportunidad de sondear sus potencialidades y desplegarlas para alcanzar el pleno desarrollo individual y colectivo.
Nuestra vida es un discurrir por un camino con cuatro etapas: la primavera, el verano, el otoño y el invierno. No es un camino en línea recta, sino en espiral. Al principio es una espiral muy sencilla en la que ya aparecen los cuatro cuadrantes básicos de nuestro mundo externo e interno: los hechos, los recuerdos, los pensamientos y los logros. Con el paso de los años esta espiral se va haciendo cada vez más compleja. Los cuadrantes se subdividen en otros subcuadrantes que ocupan conceptos como el trabajo, las experiencias, las ideas, el arte y la cultura. Si somos capaces de mantenernos conscientes y activos en cada uno de estos aspectos de nuestra existencia lograremos una vida plena y rica.
Es necesario, por tanto, que entendamos nuestra realidad exterior como una constante interacción entre el ser humano y su entorno, mediante la cual al mismo tiempo que modificamos el medioambiente éste nos modifica a nosotros a través de los procesos biopsicológicos de percepción, intuición y emoción. Gracias a la educación podemos despertar nuestros sentidos, incrementar las experiencias manuales e intelectuales y activar en nuestros corazones sentimientos nobles y elevados que nos conecten con los ideales supremos de la Bondad, la Verdad y la Belleza. Estos ideales son la base de nuestro pensamiento que, asentados sobre firmes principios éticos, nos conducen de nuevo al mundo de afuera para cambiarlo restaurando nuestro medioambiente, reeducando nuestras mentes y renovando la vida.
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