Ceuta, 4 de noviembre de 2015.
¿Qué buscan muchas personas en las redes sociales? Quizá lo que no encuentran en la vida real: amor, comprensión, autoestima y confianza en sí mismo. Lo curioso es que la mayoría de las personas que participan en páginas como Facebook no dicen lo que piensan en ellos, sino lo que piensan y dicen otros. No tienen suficiente autoconfianza para abrir sus corazones y sus mentes a los demás. Algunos no lo hacen por miedo al ridículo y otros porque, sencillamente, no tienen nada que enseñar. Su vida interior está hueca. No hay nada. No hay rastros de ideales, ideas o sueños. Una gruesa costra rodea a su alma, de manera que no tiene espacio para respirar. Viven en la superficie de su ser. Buscan y buscan en la pantalla del ordenador mensajes que enriquezcan sus vidas y les den un sentido a los insípidos días que se suceden unos tras otros. Buscan en el lugar equivocado. Deberían buscar en su interior. Allí encontrarán a su verdadero ser y se les desvelará su misión en la vida. Sí, todos venimos al mundo con una misión. Si tenemos los ojos y los oídos del alma abiertos y atentos seremos capaces de ver la multitud de señales que nos indican el camino a seguir, así como escucharemos el melodioso canto de las Musas.
Desde mi punto de vista, una de las aportaciones más importantes de Patrick Geddes al pleno desarrollo de la persona fue relacionar a las Musas con la vida efectiva en las esferas cívicas de la etho-política, la cultura y el arte. Lejos de la habitual consideración de las Musas como inspiradoras de los artistas en su actividad contemplativa, Geddes transfiguró esta concepción limitada de las Musas para mostrarlas como guías y alentadoras de la vida plena efectiva de los hombres y las mujeres. De este modo, los frutos de nuestro mundo de adentro sirven de alimento para el desarrollo integral de la persona y para el crecimiento de un cuerpo social sano y vigoroso, capaz de “combatir por los ideales y cosas sagradas de la ciudad, a solas o con el apoyo de todos”. Esta última declaración contenida en los juramento de los jóvenes atenienses durante la época clásica tiene una significado profundo y trascendente. Sólo las personas dotadas de identidad y personalidad son capaces de decir lo que piensan y hacer lo que deben sin importarles lo que piensa, digan, hagan o dejen de hacer los demás. Existen, como decía Henry D. Thoreau, mayorías de uno o de unos pocos, siempre que la verdad esté de su lado. La verdad siempre se impone, aunque tarde en manifestarse.
De la formulación de una idea a su asimilación suele pasar varias décadas. Los cambios, a pesar de su aceleración en nuestra época, requieren su tiempo. Precisamente por este motivo hay que fundamentar muy bien las ideas mediante el ejercicio de la crítica, la selección y la re-síntesis. Estos ideales e ideas formativas, una vez que han logrado superar este proceso de síntesis crítica, deben elevarse a través de la acción cívica y la educación hacia las esferas de la política y la cultura. Nada de esto se consigue sin voluntad y esfuerzo desinteresado, como defiende Félix Rodrigo Mora. Esta voluntad y este esfuerzo sólo se logran, por su parte, desde la fuerza y el poder que nos otorga el amor. Para continuar en nuestro futuro desarrollo, siguiendo las palabras de Mumford, “no necesitamos poder alguno excepto el dirigido por el amor hacia formas de belleza y verdad. Únicamente cuando el amor se ponga a la cabeza, la tierra, y la vida sobre ella, volverán a ser seguras. Y no lo serán hasta entonces”.