Ceuta, 29 de noviembre de 2015.
Un buen método para calibrar nuestro estado de ánimo es observar cómo nos sentimos a la hora de despertar. En la tradición oriental le llaman “la hora del lobo”. Durante estos momentos inmediatos a levantarnos de la cama no podemos disimular nuestros verdaderos sentimientos ni podemos arrinconar en nuestra mente los asuntos que nos preocupan.
Mis horas del lobo no son demasiado buenas. Me preocupa mi situación laboral y su repercusión en la economía familiar. Llevo casi cuatro años sin un empleo estable y voy cumpliendo años, lo que dificulta mi acceso al mercado laboral. Si soy sincero lo único que me apetece hacer es lo que estoy haciendo en este instante: escribir.
Curiosamente hoy mi “hora del lobo” no está siendo tan mala. De aquí a un rato saldré para realizar una actividad de Ceuta Dreams, la empresa de servicios culturales que puse en marcha hace un año. Vamos a visitar los árboles centenarios que han sido catalogados en Ceuta. No creo que vayamos a ser muchas personas, pero no me importa. Es una actividad dirigida a esa minoría de personas que les gusta la naturaleza y los árboles. Quizá por este motivo mi “hora del lobo” la estoy pasando bien en esta mañana de domingo.
Me agrada pensar que con esta actividad de acercamiento a los árboles más antiguos de Ceuta estoy contribuyendo a difundir el valor del patrimonio natural de mi ciudad, a la vez que muestro las posibilidades que nuestros recursos patrimoniales tienen para la creación de riqueza y la generación de empleo. Sea como sea, estoy seguro de que voy a pasar unas cuantas horas muy agradables en compañía de personas sensibles y amantes de su tierra.
En el plano físico me siento con fuerza, aunque me duele el estomago después del hermoso y rico plato de habichuelas que me tomé ayer. Esta mañana voy a ponerme a punto con la caminata que me espera. No creo que pasemos calor. Sopla un fuerte viento de levante. Las nubes son arrastradas a gran velocidad por el viento. Un fuerte silbido se escucha en la calle. A mi mujer, que es de Granada, le asusta el viento. A mí, por el contrario, me encanta. Asocio el silbido del viento con la aventura y el mar embravecido.
En estos días de levante las gaviotas están muy agitadas. Buscan refugio en tierra y avisan unas a otras del mal tiempo. Desde mi ventana las observo volar a gran altura, dibujando espirales y enfrentándose con valentía al viento. No sé si gritan de miedo o de alegría.
El amanecer está a punto de llegar. Son las 7:58 h de la mañana. El brillo de Venus se apaga. La noche acaba para dar paso a un nuevo día. La campana de la iglesia del Valle empieza a repicar y el aire aumenta de intensidad. Va a ser un día ventoso y espero que también provechoso.
Hoy veremos a los árboles bailar al son del viento y a las olas brincar animadas por el temporal.
En este preciso instante las nubes pasan a gran velocidad por el horizonte. No se detienen. Avanzan con rapidez y según van pasando delante del sol éste las pinta de rosa. Es un espectáculo formidable que me colma de felicidad y gozo. Hoy, en definitiva, termino “la hora del lobo” aullando de alegría y bienestar.
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